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jueves, 12 de febrero de 2015
El diablo y yo nos entendemos... - Jaime Sabines
El diablo y yo nos entendemos
como dos viejos amigos.
A veces se hace mi sombra,
va a todas partes conmigo.
Se me trepa a la nariz
y me la muerde
y la quiebra con sus dientes finos.
Cuando estoy en la ventana
me dice ¡brinca!
detrás del oído.
Aquí en la cama se acuesta
a mis pies como un niño
y me ilumina el insomnio
con luces de artificio.
Nunca se está quieto.
Anda como un maldito,
como un loco, adivinando
cosas que no me digo.
Quien sabe qué gotas pone
en mis ojos, que me miro
a veces cara de diablo
cuando estoy distraído.
De vez en cuando me toma
los dedos mientras escribo.
Es raro y simple. Parece
a veces arrepentido.
El pobre no sabe nada
de sí mismo.
Cuando soy santo me pongo
a murmurarle al oído
y lo mareo y me desquito.
Pero después de todo
somos amigos
y tiene una ternura como un membrillo
y se siente solo el pobrecito.
Jaime Sabines - Otro recuento de poemas.
miércoles, 4 de febrero de 2015
Mi cama es de madera - Jaime Sabines
Mi cama es de madera
y cruje bajo el peso del amor jadeante,
pero mi cama es un barco inmóvil
que me lleva a donde quiero ir.
Carga mi soledad mejor que yo mismo
y conoce mis sueños
y se compadece de mí.
Mi cama es casi una nube,
es una alfombra para las pisadas de mi corazón.
A media luz o a obscuras;
en mi cama encuentro a mi mujer, mis hijos, mis libros,
mis recuerdos y mis cigarros.
Y encuentro a Dios, a veces,
en la luz de una tarde como èsta,
que besa con la yema de sus dedos los pàrpados
cerrados.
Amo mi cama porque en ella reposo como en mi muerte
y en ella siento que la vida puede ganarse aún.
Estoy agradecido porque tengo una cama
y es lo mismo que si tuviera un rìo,
lo mismo.
Jaime Sabines - Poemas Sueltos (1951-1961).
viernes, 20 de junio de 2014
Cartas a Chepita - Jaime Sabines
Qué ganas tengo de tenerte a mi lado, de acariciarte, de hablarte, de saber que existes, porque ya no sé cómo eres, cómo besas, cómo es tu voz; sólo sé un montón de cosas de los dos, pero todo me parece un cuento, no sé en dónde estás, quiero saberlo, quiero tocarte; vamos a empezar a querernos, nos vamos a conocer ahora, antes no existíamos, todo esto es un lío tremendo, sólo sé que me faltas, que me estás matando
Jaime Sabines, Cartas a Chepita (mayo 11, 1950)
miércoles, 30 de abril de 2014
TE QUIERO A LAS DIEZ DE LA MAÑANA - Jaime Sabines
Te quiero a las diez de la mañana, y a las once,
y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y
con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia.
Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me
pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la
comida o en el trabajo diario, o en las diversiones
que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con
la mitad del odio que guardo para mí.
Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y
siento que estás hecha para mí, que de algún modo
me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos
me convencen de ello, y que no hay otro lugar en
donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu
cuerpo. Tu vienes toda entera a mi encuentro, y
los dos desaparecemos un instante, nos metemos
en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo
hambre o sueño.
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente.
Y hay días también, hay horas, en que no
te conozco, en que me eres ajena como la mujer
de otro, Me preocupan los hombres, me preocupo
yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense
en ti durante mucho tiempo. Ya ves ¿Quién
podría quererte menos que yo amor mío?
Jaime Sabines
y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y
con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia.
Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me
pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la
comida o en el trabajo diario, o en las diversiones
que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con
la mitad del odio que guardo para mí.
Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y
siento que estás hecha para mí, que de algún modo
me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos
me convencen de ello, y que no hay otro lugar en
donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu
cuerpo. Tu vienes toda entera a mi encuentro, y
los dos desaparecemos un instante, nos metemos
en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo
hambre o sueño.
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente.
Y hay días también, hay horas, en que no
te conozco, en que me eres ajena como la mujer
de otro, Me preocupan los hombres, me preocupo
yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense
en ti durante mucho tiempo. Ya ves ¿Quién
podría quererte menos que yo amor mío?
Jaime Sabines
lunes, 24 de febrero de 2014
CARTA DE JAIME SABINES A JOSEFA RODRÍGUEZ ZEBADÚA
Ah, sí cada vez que pasas pudiera detenerte y platicar contigo. ¡Verte de cerca, escucharte reír! Quiero aprender tu risa como he aprendido
ya tu andar y tu mirada. (El conato de tu mirada, pura aproximación a tus ojos, porque jamás me miras.)
Y pasas, y siento que el aire se estremece, y todo yo, inmóvil, soy deseo y angustia y necesidad de ti.
¿Por qué eres tan hermosa? ¿Te acunaron en versos? ¿Leche de flor bebiste? ¿Quién te modeló sobre mi corazón, quién te tatuó sobre mis
ojos?
........Siempre has sido ligera y fugitiva, ajena e imposible.
........Te quiero. Pero te quiero y te deseo; y eres inquietud, dolor, angustia; y muero y nazco todos los días para verte pasar. Y siempre eres
la misma, espejismo para mi corazón, distancia y lejanía para mi sed de ti.
.... Si yo pudiera rogar, te rogaría; si supiera pedir te pediría; te diría que pronto, que vinieses a mí ahora mismo, que te necesito, que esto es
urgente, imprescindible. Pero me he acostumbrado a aguardarte en silencio, deseándote, deseándote nomás; y allí en el fondo de mi alma te
espero, íntimamente confío en ti, creo en ti –porque creo en mi amor, porque sé que no hay amor baldío–, y estoy como si esperara madurar
una fruta, como si esperara que cayese un beso, como si esperara florecer un sueño.
Porque te quiero, linda, porque te quiero, amor. Porque eres distinta a todas las mujeres, en tu cuerpo, en tu andar, en lo que eres para mis
ojos, en lo que sugieres a mi corazón. Quisiera estar junto a ti, para decir sobre tu oído: te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, y
repetirlo constantemente, infinitamente, hasta que te cansaras tú de oírlo pero no yo de pronunciarlo. ¿Cómo marcártelo en un brazo?
¿Cómo sellártelo en la frente? ¿Cómo grabártelo en el corazón?
Escúchalo otra vez: te quiero. Y déjame soñar contigo indefinidamente… ¡Si supieras cómo ya eres mía hasta mi muerte!
Te esperaré mañana. Siempre te estaré esperando… JAIME
ya tu andar y tu mirada. (El conato de tu mirada, pura aproximación a tus ojos, porque jamás me miras.)
Y pasas, y siento que el aire se estremece, y todo yo, inmóvil, soy deseo y angustia y necesidad de ti.
¿Por qué eres tan hermosa? ¿Te acunaron en versos? ¿Leche de flor bebiste? ¿Quién te modeló sobre mi corazón, quién te tatuó sobre mis
ojos?
........Siempre has sido ligera y fugitiva, ajena e imposible.
........Te quiero. Pero te quiero y te deseo; y eres inquietud, dolor, angustia; y muero y nazco todos los días para verte pasar. Y siempre eres
la misma, espejismo para mi corazón, distancia y lejanía para mi sed de ti.
.... Si yo pudiera rogar, te rogaría; si supiera pedir te pediría; te diría que pronto, que vinieses a mí ahora mismo, que te necesito, que esto es
urgente, imprescindible. Pero me he acostumbrado a aguardarte en silencio, deseándote, deseándote nomás; y allí en el fondo de mi alma te
espero, íntimamente confío en ti, creo en ti –porque creo en mi amor, porque sé que no hay amor baldío–, y estoy como si esperara madurar
una fruta, como si esperara que cayese un beso, como si esperara florecer un sueño.
Porque te quiero, linda, porque te quiero, amor. Porque eres distinta a todas las mujeres, en tu cuerpo, en tu andar, en lo que eres para mis
ojos, en lo que sugieres a mi corazón. Quisiera estar junto a ti, para decir sobre tu oído: te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, y
repetirlo constantemente, infinitamente, hasta que te cansaras tú de oírlo pero no yo de pronunciarlo. ¿Cómo marcártelo en un brazo?
¿Cómo sellártelo en la frente? ¿Cómo grabártelo en el corazón?
Escúchalo otra vez: te quiero. Y déjame soñar contigo indefinidamente… ¡Si supieras cómo ya eres mía hasta mi muerte!
Te esperaré mañana. Siempre te estaré esperando… JAIME
jueves, 23 de enero de 2014
Morimos - Jaime Sabines
"...Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
entre los dos, ahora, separados,
del uno al otro, diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos que no vemos,
en nuestras manos que nos necesitan..."
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