Esta tarde hicimos el amor. Lo hemos hecho tantas veces y sin embargo no
lo he registrado. Pero hoy fue algo maravilloso. Nunca en mi vida, ni
con Isabel ni con nadie, me sentí tan cerca de la gloria. A veces pienso
que Avellaneda es como una horma que se ha instalado en mi pecho y lo
está agrandando, lo está poniendo en condiciones adecuadas para sentir
cada día más. Lo cierto es que yo ignoraba que tenía en mí esas reservas
de ternura. Y no me importa que ésta sea una palabra sin prestigio.
Tengo ternura y me siento orgulloso de tenerla. Hasta el deseo se vuelve
puro, hasta el acto más definitivamente consagrado al sexo se vuelve
casi inmaculado. Pero esa pureza no es mojigatería, no es afectación, no
es pretender que sólo apunto al alma. Esa pureza es querer cada
centímetro de su piel, es aspirar su olor, es recorrer su vientre, poro a
poro. Es llevar el deseo hasta la cumbre.
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