Las soledades / jaulas de uno mismo
lista infinita de deseos pródigos
ruleta con apuestas al tuntún
libre administración de los azares
son / pese a todo / claves de una historia
las soledades saben de paciencia
de sentimientos estrujados / tímidos
de abstinencia de odios y rencores
de arrebatos sin causa ni secuelas
de protección de la ternura mártir
las soledades son hebras de muerte
pero sirven también para la vida
de miserias sobrantes se alimentan
o de ayunos lujosos que no importan
en realidad son sueños residuales
las soledades niegan la rutina
se incorporan al hueco del insomnio
son tan opacas o tan transparentes
como lo acepte el filtro de la noche
o lo permita el celador del alma
las soledades son deudas a término
incertidumbre de un destierro fértil
excusas del amor la sangre el sexo
ya que ejercen el raro monopolio
de inventar rostros cópulas promesas
las soledades son fiestas calladas
vaga frontera entre silencio y caos
radar que verifica alrededores
hasta que encuentra un prójimo / otro solo /
y le tiende su cabo de esperanza
las soledades pierden o hallan rumbos
conviven con milagros y fantasmas
se resguardan del sol y de la sombra
blindan su espacio propio / su clausura
y tienden a anudar los hilos sueltos
las soledades llenan un vacío
gracias a ellas nos despabilamos
y lentamente vamos aprendiendo
que el clan humano es después de todo
una congregación de soledades
Mario Benedetti
sábado, 31 de octubre de 2015
viernes, 30 de octubre de 2015
Ahora en cambio - Mario Benedetti
Hubiera entregado el Dios que no poseo,
hubiera aprendido tres o cuatro signos,
y así desalentado,
así fiel, ceniciento,
invariable como un recuerdo atroz,
me hubiera respondido,
me hubiera transformado en ademanes
me hubiera convencido como todos,
refugiado en el hambre universal,
salvado para siempre y para nada.
Ahora en cambio estoy un poco solo,
de veras un poco solo y solo.
Mi tristeza es un vaso de oraciones
que se derraman sobre el césped
y desde el césped nace Dios
y está también un poco solo,
de veras un poco solo y solo.
Mas yo le ayudo a conocer las aves
y en toda su extensión la herejía vegetal,
los corazones de sus alegres huérfanos,
la tierra que es la palma de su mano.
Mario Benedetti - Sólo mientras tanto.
hubiera aprendido tres o cuatro signos,
y así desalentado,
así fiel, ceniciento,
invariable como un recuerdo atroz,
me hubiera respondido,
me hubiera transformado en ademanes
me hubiera convencido como todos,
refugiado en el hambre universal,
salvado para siempre y para nada.
Ahora en cambio estoy un poco solo,
de veras un poco solo y solo.
Mi tristeza es un vaso de oraciones
que se derraman sobre el césped
y desde el césped nace Dios
y está también un poco solo,
de veras un poco solo y solo.
Mas yo le ayudo a conocer las aves
y en toda su extensión la herejía vegetal,
los corazones de sus alegres huérfanos,
la tierra que es la palma de su mano.
Mario Benedetti - Sólo mientras tanto.
miércoles, 28 de octubre de 2015
Peros - Mario Benedetti
Las circunstancias / tiempo en carne viva /
ponen a nuestro alcance pena y goces
pero
más de una vez nos llevan a remolque
amor es más que un juego o un diluvio
es el cuerpo y el alma a la intemperie
pero
si se va la lujuria ya no vuelve
el trabajo es un bálsamo / un compás /
gracias a él lidiamos con las horas
pero
hay un ocio final que no perdona
la vida puede ser un vendaval
que sacude mis sueños y tus duendes
pero
la vida tiene obligación de muerte
Mario Benedetti - La vida, ese paréntesis.
sábado, 24 de octubre de 2015
El otro Yo - Mario Benedetti
Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban
rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los
dedos a la naríz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en
todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.
El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente , se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse imcómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.
Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo que hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañama siguiente se habia suicidado.
Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.
Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió a la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le lleno de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas.
Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: «Pobre Armando. Y pensar que parecía tan fuerte y saludable».
El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.
Mario Benedetti
domingo, 18 de octubre de 2015
" MIRALL " de Carme Guasch
No el miro: em mira.
Si provo d'ignorar-lo
ell m'imposa tenaç, la meva imatge,
que copso de reüll.
Llavors cal que m'hi enfronti
obertament.
Identifico d'una en una les arrugues,
valoro l'opacitat dels ulls,
quantifico flaccideses, rictus, sécs,
i avaluo, imparcial,
la visió devastada.
He viscut. I he plorat.
Accepto, finalment,
el rostre que el mirall em certifica.
De vegades, també, si estic de sort
i acluco un xic els ulls,
veig la seva ombra al meu darrera
que em besa, de bursada.
Carme Guasch
Si provo d'ignorar-lo
ell m'imposa tenaç, la meva imatge,
que copso de reüll.
Llavors cal que m'hi enfronti
obertament.
Identifico d'una en una les arrugues,
valoro l'opacitat dels ulls,
quantifico flaccideses, rictus, sécs,
i avaluo, imparcial,
la visió devastada.
He viscut. I he plorat.
Accepto, finalment,
el rostre que el mirall em certifica.
De vegades, també, si estic de sort
i acluco un xic els ulls,
veig la seva ombra al meu darrera
que em besa, de bursada.
Carme Guasch
martes, 13 de octubre de 2015
Domingo 8 de setiembre - Mario Benedetti
Esta tarde hicimos el amor. Lo hemos hecho tantas veces y sin embargo no
lo he registrado. Pero hoy fue algo maravilloso. Nunca en mi vida, ni
con Isabel ni con nadie, me sentí tan cerca de la gloria. A veces pienso
que Avellaneda es como una horma que se ha instalado en mi pecho y lo
está agrandando, lo está poniendo en condiciones adecuadas para sentir
cada día más. Lo cierto es que yo ignoraba que tenía en mí esas reservas
de ternura. Y no me importa que ésta sea una palabra sin prestigio.
Tengo ternura y me siento orgulloso de tenerla. Hasta el deseo se vuelve
puro, hasta el acto más definitivamente consagrado al sexo se vuelve
casi inmaculado. Pero esa pureza no es mojigatería, no es afectación, no
es pretender que sólo apunto al alma. Esa pureza es querer cada
centímetro de su piel, es aspirar su olor, es recorrer su vientre, poro a
poro. Es llevar el deseo hasta la cumbre.
domingo, 4 de octubre de 2015
Poema del domingo triste - José Ángel Buesa
Este domingo triste pienso en ti dulcemente
y mi vieja mentira de olvido, ya no miente.
La soledad, a veces, es peor castigo...
Pero, ¡qué alegre todo, si estuvieras conmigo!
Entonces no querría mirar las nubes grises,
formando extraños mapas de imposibles países;
y el monótono ruido del agua no sería
el motivo secreto de mi melancolía.
Este domingo triste nace de algo que es mío,
que quizás es tu ausencia y quizás es mi hastío,
mientras corren las aguas por la calle en declive
y el corazón se muere de un ensueño que vive.
La tarde pide un poco de sol, como un mendigo,
y acaso hubiera sol si estuvieras conmigo;
y tendría la tarde, fragantemente muda,
el ingenuo impudor de una niña desnuda.
Si estuvieras conmigo, amor que no volviste,
¡qué alegre me sería este domingo triste!
José Ángel Buesa - Oasis (1943).
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