Ése que no dejó de ser mi amante
y al que le debo siempre sepultura,
uno a quien nunca quise lo bastante;
aquél, obra de sueño, conjetura...
Alguien que jugó a nada y tuvo suerte,
otro que no ha venido de la guerra,
éste donde converso con mi muerte
porque me lo disputa hata la tierra.
¡Salid de la memoria evocadora
con vuestro amor, pues tengo frío ahora!
Sabed todos que os llevo de la mano.
Vuestras sombras estallan como un mito
de vez en cuando aquí. Sois lo bendito,
hombres que me servisteis de verano
Carilda Oliver Labra
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