A mi amado entregué
todas las llaves;
tengo a cambio las suyas,
y hechas las paces.
Pero queda una estancia,
en lo profundo,
donde entrar no podríamos
ni unos segundos.
¡Tantas fuerzas ocultas
y pensamientos,
libres a todas horas
hay allí dentro!
En vano intentaría
fisgar un poco:
una piedra no haría
tanto alboroto.
Bástenos una sombra,
leve rumor.
Y que él lleve sus cuentas
como hago yo.
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