¡Cálmate, corazón mío; que sea dulce el instante del adiós! Que no sea esto un morir, sino un completarse. Que el amor se deshaga en el recuerdo y se vaya en canciones del dolor. Que este volar por los cielos una al fin sus alas en el nido. Que la caricia postrera de tus manos sea suave, como una flor de noche...
¡Y tú Belleza que te vas, deténte un momento, y di tus últimas palabras en silencio, que yo me inclino ante ti y alzo mi lámpara para alumbrarte en tu camino!
Si no te es grato el bullicio de la fiesta, si quieres paz para tu corazón cansado, apagaremos las lámparas, dejaremos nuestras arpas, nos sentaremos mudos bajo el susurro oscuro de las hojas, y la Luna doliente derramará sus rayos pálidos en tu ventana...
Caminante, ¿qué espíritu inquieto se ha entrado en tu corazón, del corazón de la noche?
Rabindranath Tagore
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